Antes de empezar a reflexionar, me gustaría definir (según la RAE) unos conceptos importantes de estas dos sesiones.
Gramática: 1. f. Ciencia que estudia los elementos de una lengua y sus combinaciones.
4. f. Arte de hablar y escribir correctamente una lengua.
Léxico: 3. m. Vocabulario, conjunto de las palabras de un idioma, o de las que pertenecen al uso de una región, a una actividad determinada, a un campo semántico dado, etc.
Semántica: 1. adj. Perteneciente o relativo a la significación de las palabras.
Pragmática: 3. f. Disciplina que estudia el lenguaje en su relación con los usuarios y las circunstancias de la comunicación.
Fonología: 1. f. Rama de la lingüística que estudia los elementos fónicos, atendiendo a su valor distintivo y funcional.
Atendiendo a estas definiciones, concretamente si nos fijamos en la cuarta acepción del término gramática, podemos afirmar que ésta es la base fundamental en el aprendizaje de una lengua. Lo es todo.
Ahora bien, si nos ponemos a desentrañar ese “todo” en las partes que lo componen, la cosa cambia. Cuando una piensa en la gramática, piensa en un conjunto de normas que organizan una lengua en cuanto a morfología, sintaxis y pragmática de la misma. Si nos centramos sólo en esta concepción del término, es justo afirmar que la gramática no es lo más importante a la hora de aprender una lengua, es sólo un elemento más del proceso. Porque es inútil que sepamos cómo se escribe una palabra, con qué otras palabras la puedo combinar para crear una frase y en qué momento se usa este tipo de lenguaje o esta forma verbal, si no sé de qué otro modo lo podría expresar, qué significa lo que estoy diciendo o cómo suena o se pronuncia.
Tenemos que tener claro que el objetivo principal a la hora de aprender una lengua, ya sea la materna o una segunda, es el de comunicarnos.
La comunicación se hace a través de la creación y decodificación de códigos, sean visuales o auditivos. Para generar un código correcto e inteligible es importante el conocimiento de los elementos que lo componen (léxico), en significado de éstos (semántica), el modo en que estos deben ser articulados y combinados (gramática), el uso -según el momento o el interlocutor- que se le debe dar a cada uno de ellos (pragmática) y cómo suenan (fonología). En este caso podemos afirmar que el dominio de cada una de las partes que componen el acto comunicativo tienen el mismo valor, son igual de importantes, porque si falla alguna de ellas la comunicación es incorrecta o incompleta e ineficaz. Por tanto si falla alguno de estos elementos no podemos afirmar que dominemos el uso de una lengua.
En conclusión. A la hora de ejercer nuestra práctica docente deberemos darle el mismo peso, la misma importancia, a todos los elementos que componen una lengua.
Y ahora viene el quid de la cuestión, ¿cómo lo haremos?, ¿qué método emplearemos?, ¿qué materiales son más adecuados?
Aquí intervienen distintos factores, como pueden ser el tiempo del que disponemos para nuestras lecciones y el tipo de alumnado al que nos enfrentamos.
No es lo mismo enseñar a niños que a adultos, ni es lo mismo tener una hora semanal durante unos meses, que varias horas durante un curso escolástico entero. Por eso debemos adaptar nuestra forma de enseñar y seleccionaremos los materiales que utilizaremos. Es obvio que el método inductivo es mucho más significativo, ya que es el estudiante quien construye su propio conocimiento acompañado y guiado por el profesor, como decía Paulo Freire “Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho”. Pero en multitud de ocasiones el “factor tiempo” juega en nuestra contra y tenemos que dedicarnos a exponer la teoría e intentar que el alumnado la comprenda, dar respuesta a preguntas no hechas.
Tanto en un caso como en el otro es primordial hacer una buena selección de los materiales que utilizaremos. Éstos deben ser acordes al tipo de alumnado al que nos enfrentamos, motivadores, representativos de lo que se quiere enseñar y coherentes. Huiremos de las tareas mecánicas y repetitivas, optaremos por aquellas que nos ayuden a interiorizar conceptos y desarrollar destrezas. Dentro de nuestras posibilidades tenemos que hacer pensar a nuestros alumnos y lo haremos a través de materiales que les sean útiles.
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